Época: arte del Irán
Inicio: Año 850 A. C.
Fin: Año 590 D.C.

Antecedente:
Urartu. El Imperio de la montaña

(C) Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Aunque cultivaron con acierto todas y cada una de las disciplinas, los artistas urartios alcanzaron sus mejores resultados en la arquitectura, práctica a la que Thomas B. Forbes ha dedicado una interesante monografía que necesariamente citaré con reiteración.
Los maestros de obra y artesanos urartios actuaban siempre dentro de una planificación que suponemos real. La elección de puntos elevados y con excelentes vistas obedecía a la función defensiva y de control de la mayoría de los edificios públicos. Si sobrepusiéramos un mapa arqueo-toponímico sobre otro topográfico, comprobaríamos que las ciudades, fortalezas, castillos y puntos defensivos forman una red que asegura firmemente todo el país. Una red que obedece a un plan riguroso. Lo mismo que si consideramos un asentamiento cualquiera, Teisebani, Çavustepe o Bastam, por citar todas las áreas, comprobamos que un trazado ortogónico se impuso a una geografía agreste, adaptando si era preciso las irregularidades insalvables.

En el capítulo de materiales, la arquitectura urartia utilizó profusamente la piedra, el adobe y la madera. La piedra más usada es la local, especialmente la andesita. Pero a veces y con destino a fines especiales, como bloques de inscripciones, se importaban piedras singulares; la arenisca roja y la toba. Esta última, procedente del monte Ararat, se emplearía hasta en la lejana Bastam. Otro elemento de construcción era el adobe, sobre el que se han realizado algunos estudios a cargo, fundamentalmente, de K. L. Oganesian. Los maestros urartios fabricaban adobes muy variados, de formas cuadrangulares, rectangulares y distintas medidas, con los que construían muros de 1,70 hasta 12 metros de anchura. La madera, en fin, profusamente utilizada en palacios y edificios públicos como soporte recto y como base de los pisos altos y tejados, era de pino, álamo, haya, fresno y roble. Para el trabajo de la piedra, los maestros requerían cinceles de muy distintos tipos, abrasivos y mazos bien documentados. Con ellos se consiguieron bloques bien emparejados -un carácter muy peculiar de la arquitectura urartia-, con ajustes perfectos que no precisaron el uso de grapas metálicas.

Dice Th B. Forbes que la mayoría de las fortificaciones urartias levantadas en las crestas de las montañas, eran de tres tipos: grandes fortalezas con palacios, sin palacio como centros regionales, y pequeños fuertes en las rutas de comunicación y puertos de montaña. Las murallas, construidas en adobe con revoco, se asentaban sobre un zócalo de piedra de basalto, caliza o andesita en el lienzo visto, con relleno de piedra menuda. El zócalo, de unos 3 a 4 metros de anchura y 1 metro de altura, apoyaba directamente sobre la roca base en la que a veces se hacían unos surcos o peldaños de apoyo. La fachada aparecía rota por torres y contrafuertes, coronado todo por un parapeto almenado. Tal vez el relieve de Dúr Sarrukin sea una buena imagen de las fortificaciones urartias. Th. B. Forbes recuerda que Sargón, en el relato de VIII Campaña, da unos datos que sugieren murallas de 4 metros de anchura y de unos 16 de altura, que situados en un pico montañoso nos daría idea del formidable aspecto y capacidad del sistema defensivo del reino.

Uno de los conjuntos fortificados mejor estudiados ha sido Teisebani, en la antigua URSS, muy cerca de Erevan, bien conocida gracias al trabajo de B. Piotrovskii y K. S. Oganesian. Fundada por Rusa II (685-639) como capital administrativa, constaba de ciudadela y una ciudad de 30 a 40 hectáreas, cuyo recinto de protección nunca se terminó. Debió de destruirse hacia el 590 a. C., cuando los medos, apoyados por tribus escitas, decidieron extender su Imperio.

El zócalo de Teisebani tiene dos metros de altura y tres y medio de grosor. El resto era de adobe. La planta presenta un trazado sorprendente; al oeste, un gran patio al que se accede por una puerta poderosamente fortificada y una poterna. El gran edificio opuesto, en piedra hasta dos metros, era en realidad, según Piotrovski, una plataforma -que debía tener una rampa de adobe-, con salas de habitación y almacenes a los que se accedía desde arriba. Las que sirvieron realmente de base estaban rellenas de cascajo.

Otro lugar sorprendente es Çavustepe, al sureste del lago Van, edificada por Sarduri II (764-735). Lo irregular del relieve obligó allí a cortar la roca para asegurar el asiento de muros y edificios. De trazado alargado, la planta presentaba una ciudadela inferior y otra superior encima. Abajo, un palacio con espacio central de pilastras y un pasaje de unos 70 metros, en adobe, que le unía con un templo de aspecto característico. Arriba, un conjunto de templos. En la misma Turquía, la célebre Van Kalesi, la antigua Tuspa, todavía no ha sido excavada; pero sus muros, aprovechados y reconstruidos en otras épocas, aún se yerguen impresionantes.

Por fin, en el territorio iranio, el profesor W. Kleiss trabaja en la fortaleza de Bastam, fundada por Rusa II según inscripción hallada in situ. Se trata de un complejo de 850 por 400 metros, formado por tres ciudadelas en realidad, superior, media e inferior que, sin embargo, fueron pronto destruidas y nunca reocupadas. Sus sistemas de puertas fortificadas, sus distintos lienzos a diferentes alturas y la perfección de sus drenajes la hacen, sin duda, el mayor centro urartio del Irán.

En la arquitectura palatina, los maestros de Urartu usaron técnicas semejantes: zócalos de piedra y muros de adobe. Los pavimentos solían hacerse de arcilla, cubiertos con esteras de cañas y juncos. En los pisos superiores se utilizaban las vigas de madera cubiertas por capas de esteras, ramitas y arcilla. Por supuesto, los palacios presentan plantas cuidadas, con salas de columnas o pilares de dos o más filas, como en Altintepe II. En su interior se decoraban con relieves en piedra, piedras incrustadas y pinturas murales, más difundidas, y que según Th. B. Forbes -siguiendo a Th. Özgüç-, podrían haber tenido la misma función decorativa que los ortostatos en Siria y Asiria. Como ejemplos podrían considerarse el de Armavir, con varias salas de pilares, Bastam, Altintepe y otros.

En la arquitectura religiosa el modelo más típico es un templo cuadrado, con una sola cella y una entrada, dotado de gruesos muros de adobe sobre zócalo de piedra muy bien cortada. El interior se decoraba con pinturas y recibía la luz de la misma puerta, lámparas y, tal vez, ventanas. El templo de Altintepe es el ejemplo clásico de arquitectura religiosa urartia. En un patio de 27 por 27 metros, con un pórtico con columnas de 4,50 metros de alto que creaba un pasillo pavimentado con losas, se levantaba la cella de 5,20 metros de lado, con muros de 4,35 de grosor. El zócalo de andesita se cuenta entre los mejores trabajos de los canteros urartios. Dentro, los muros de adobe estuvieron pintados con motivos geométricos en rojo, blanco, negro, azul y marrón. Este tipo de templo tendría una clara influencia positiva en la arquitectura religiosa aqueménida, aunque ésta prefiriera la piedra sobre el adobe.

Capítulo de la arquitectura religiosa es también la funeraria, en la que Urartu se distinguió. Por supuesto, lo que más llama la atención en una historia del arte son las tumbas excavadas en la roca, puesto que las sencillas de cremación, en urnas y aprovechando huecos entre las rocas, no tienen un significado estético. Las primeras son de tipos muy diversos pero, en general, contamos con una plataforma de entrada que llevaba a una o varias salas rectangulares o cuadradas. La semejanza entre esta disposición y la posterior utilizada por los aqueménidas, creo que no necesita demostración. Los interiores -recuerda Th. B. Forbes- están bien acabados, con elementos estructurales en relieve sugiriendo las vigas. Los ejemplos más famosos están en Van Kalessi, en la cara sur de la roca. Y la más importante de ellas, acaso la tumba del rey Argisti I, cuyos anales aparecen grabados en la fachada, tiene una cámara principal de 10,50 por 6 metros y 3,50 de altura, con 10 nichos y 4 salas menores también con nichos.

La arquitectura doméstica, en fin, se construía también en adobe sobre zócalo de piedra. K. L. Oganesian, gracias a su estudio sobre el conjunto de Teisebani, propone tres tipos de casas con patio y habitaciones.

Naturalmente, los artistas y artesanos de Urartu tuvieron también talleres dedicados a la pintura, la escultura, el metal, el marfil, la madera, las piedras duras, la cerámica y muchas otras actividades prácticas y suntuarias. La pintura por ejemplo, la conocemos sobre todo por lo encontrado en la antigua Erebuni, cuyos edificios públicos se decoraban en su interior con temas geométricos, botánicos y antropomórficos. Un muro presentaba un programa decorativo completo que, como señala M. N. Van Loon, recuerda en todo a las pinturas del palacio de Assur-nasir-apli II en Kalhu. En general, la pintura de templos y palacios recuerda a la asiria. El historiador holandés concluye, con razón, que sólo en los detalles ornamentales y en las convenciones de representación resurgen los rasgos puramente urartios. En cerámica destaca la roja pulimentada y los rhyta en forma de bota, de los que Teisebani dio curiosos ejemplares.

La escultura y el relieve no han dejado tampoco numerosos ejemplos. Sólo es famoso el relieve de Adilcevaz, esculpido en bloques que debieron figurar en la ciudadela, flanqueando una entrada. Se trataba de dos dioses de pie sobre sendos animales simbólicos. El más completo, Haldi, sin barba y con la túnica abierta, se levanta sobre un toro. A los lados, probablemente, árboles de vida que parecen espadas o puntas de lanza, la misma que remata el templo de Musasir en los relieves sargónidas.

En marfil, hueso y madera, los artesanos urartios realizaron obras de interés, de las que también han llegado escasas muestras hasta nosotros. En Teisebani aparecen tarros de perfume y peines, colgantes, mangos de cuchillos y adornos en hueso, cuerno y marfil. En Toprak-Kalesi y Altintepe se han hallado interesantes leones de marfil que presentan una personalidad más acusada que los trabajos de pintura o relieve.

Pero en fin, donde los artistas de Urartu dejaron una obra abundante y sólida fue en el trabajo del metal. Cascos, escudos, armas, arneses de caballo, estatuillas, cinturones y grandes recipientes, los famosos calderos de bronce con prótomos de toro o animales fantásticos. Tan importante es la artesanía del bronce que, como dice M. N. Van Loon, por sí sola es una fuente primaria para el conocimiento del arte urartio. Las estatuillas, por ejemplo, de dioses en pie o sentados, o de toros y genios alados, con rostros y detalles incrustados, presentan rasgos de inconfundible sabor urartio. Los calderos con trípode, visibles en los relieves asirios de Dúr Sarrukin, usados para agua o vino y aparecidos en palacios, templos y tumbas, se convirtieron en apreciado botín de las fuerzas asirias. Su gran tamaño de hasta 1,68 metros de diámetro; habla de la capacidad técnica de los artesanos.

Las armas, arneses y cinturones, tan numerosos, nos remiten a una sociedad guerrera por excelencia. Piezas excepcionales son los escudos de bronce hallados en Teisebani, dedicados al dios Haldi por Argisti I y Sarduri I. Los escudos presentan cenefas concéntricas de toros, leones, elementos ornamentales y, en el exterior, una larga inscripción dedicatoria. Los cinturones de placas de bronce fueron muy populares. En su decoración los urartios tomaron pronto temas cuya procedencia sería ciscaucásica pero, por lo común, mantienen los mismos motivos que en el resto de su arte.